Ambiente de estudio

Todos hemos sido niños y sabemos que, para estudiar, algunas veces no basta con plantarse delante de los libros. También hay que estar rodeado de un ambiente propicio. No es precisamente bueno, por ejemplo, tener a nuestro hijo haciendo los deberes en el salón mientras vemos la televisión o en la cocina mientras estamos fregando los cacharros.

Así que hemos de procurar convertir su habitación en un lugar que fomente no solamente sus ganas de aprender, también su creatividad enfocada al estudio. Muchos especialistas recomiendan seguir las siguientes directrices.

  1. Procurar que la habitación esté dotada de luz natural y se encuentre en uno de los lugares más tranquilos y silenciosos de la casa. Esto ayudará a la concentración del niño.

  2. Eliminar cualquier objeto de distracción. Esto puede resultar difícil: ¿le quitamos el ordenador?, ¿ponemos la videoconsola en el salón?, ¿le prohibimos tener una radio? Estos extremos pueden ser contraproducentes pues el niño puede acabar asociando el castigo al estudio. Pensamos que lo mejor es “eliminar” de otra manera: haciéndole ver que, cuanto antes termine su jornada, antes podrá jugar. Será laborioso, pero a la larga será más efectivo.

  3. Procurar que todo esté en orden y a mano. Que tenga su escritorio ordenado, que pueda encontrar cualquier libro que necesite en poco tiempo, que el material escolar o de estudio esté en su sitio sobre la mesa… El gran problema es que también debemos hacer ver a nuestro hijo que el orden, además de fundamental es cómodo y ahorra mucho tiempo.

Esto es lo que podemos hacer en cuanto al lugar de estudio. Pero hay otros aspectos fundamentales que son más “abstractos” y que dependerán en gran medida de nuestra actitud. Hemos de ser conscientes que nosotros también debemos ayudar a nuestros hijos a estudiar. Para ello recomendamos lo siguiente.

  1. No distraerles. Volvemos a la idea de antes: ver la televisión en la habitación de al lado, tener la radio demasiado alta o “trastear” por la casa también puede ser perjudicial. Si queremos podemos pactar un horario de estudio con la condición de ambos, padres e hijos, lo debemos respetar.

  2. Hacerles saber que si tienen cualquier duda pueden pedirnos ayuda. No les dejemos solos cuando se dediquen a sus deberes y, si se pierden o dispersan, recordemos que estamos ahí no para vigilarles sino para ayudarles. Y si nos preguntan y no sabemos la respuesta, ayudemos a buscar la información en la enciclopedia o Internet.

  3. Seamos estrictos, pero no inflexibles. El estudio es un deber y una obligación, pero no una orden. Habrá días que los niños no puedan concentrarse o no rindan, como nos pasa a nosotros en el trabajo. Comprendamos la situación y, si vemos que tienen alguna dificultad, hagamos que nos cuenten qué les ocurre. A lo mejor un día el horario de estudio puede terminar antes o una media hora perdida por cansancio puede ser recuperada otro día.

Por supuesto no hay nada escrito en piedra y es probable que haya otros consejos más efectivos. Por nuestra parte debe quedar claro lo que pensamos: que el estudio no es solamente cosa de ellos, también nosotros debemos ayudar a crear un ambiente propicio.

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