Casa

Incluso para los mayores el cambio de casa es toda una experiencia, así que podemos imaginar cómo afecta a un niño un traslado o el cambio de vecindario. Su mundo cambia completamente: tiene que dejar a sus amigos del barrio, cambia de colegio, de parque, e incluso tiene que alejarse de su tienda de chucherías favorita. Este desconcierto puede manifestarse a través de la rabia, la tristeza y puede que el miedo.

Por esta razón es muy importante comunicar a nuestro hijo con tiempo que nos vamos a cambiar de hogar. Sin ambages ni trampas: puede que creamos que, como última solución, puede valer decirle que todo va a ser como cuando nos vamos a un apartamento de vacaciones; pero eso sólo serviría para aumentar la ansiedad del niño cuando se de cuenta de que no volvemos "a casa".

También es oportuno que el niño no se sienta apartado de los preparativos de la mudanza. Tenemos que dejarle claro que también es parte del nuevo hogar. Dejemos que nos ayude a embalar las cosas y ayudémosle a organizar las suyas. Por ejemplo podemos ayudarle a guardar sus peluches y juguetes con cuidado para que vea que no van a sufrir daño; igualmente podemos pedirle consejo sobre la decoración de su habitación. A la vez es fundamental dejar claro que habrá cosas que no cambiarán: podrá seguir viendo a sus amigos cuando desee y visitar el antiguo barrio cuando quiera. Si queremos incluso podemos organizar una fiesta de despedida.

Cuando nos instalemos en nuestro nuevo hogar es fundamental insistir en los aspectos positivos: la nueva casa es más bonita, su habitación será más grande, el parque de al lado es mejor y más seguro. Es conveniente enseñarle su nuevo colegio antes de que comience las clases y presentarle a los otros vecinitos que tendrá.

Por último algunos especialistas aconsejan la inscripción de nuestro hijo en alguna actividad extraescolar o vecinal. El equipo de fútbol o la clase de inglés le servirán para conocer más gente y afirmar sus vínculos con el recién estrenado hogar.

Estas indicaciones son sólo unas recomendaciones. No hace falta que los padres las tomen al pie de la letra (al fin y al cabo nuestro papel es el de un consejero). Sólo hay que procurar una cosa: que se sienta a gusto y que vea que los cambios son parte natural de la vida.

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