Videojuegos

Si hay un polémico debate entre padres, psicólogos y especialistas ese es el que tiene como centro de la polémica los videojuegos. ¿Son buenos o malos para nuestros hijos?, ¿la percepción de estos es distinta ahora que la generación que creció con “Super Mario” o “Sonic el erizo” tiene hijos?

Todos hemos escuchado argumentos a favor y en contra: por un lado se habla de agresividad, ansiedad, sedentarismo (ligado a obesidad), falta se sociabilidad o incluso de adicción. Por otro lado sus defensores hablan del aumento del instituto de superación, desarrollo de reflejos y coordinación, o la estimulación de la concentración.

Evidentemente no todo es blanco o negro. Como ocurre con todo, el mundo de los videojuegos tiene sus cosas buenas y malas. Es precisamente en la barrera entre pros y contras donde los padres entramos. Muchos de nosotros hemos jugado (y todavía jugamos) con videojuegos así que sabemos de sobra que no es lo mismo “Donkey Kong” que “Call of Duty” de la misma manera que, respecto a películas, no es lo mismo “Buscando a Nemo” que “Salvar al Soldado Ryan”.

Por tanto es importante elegir con tacto qué videojuegos podemos regalar o recomendar a los niños. A tal efecto existe una clasificación por edades, el Sistema Paneuropeo de Información sobre Juegos; se trata del famoso PEGI que se anuncia antes del trailer de los juegos en televisión. Podéis consultarla en Internet.

En todos momentos todos y cada uno de los juegos que se venden en Europa deben tener bien visible los iconos que indican su clasificación PEGI y qué tipo de contenidos tiene. No importa qué plataforma o consola uséis, el juego debe tenerla bien visible en su caja.

Esto no quiere decir que dejemos la elección sencillamente a una serie de iconos. También nosotros debemos formar parte activa de la elección. ¿Queremos un juego educativo o alguno sólo para pasar un rato divertido?, ¿vamos a jugar con nuestros hijos? Son preguntas que nos debemos hacer.

Es también importante definir unas reglas en cuanto al uso de los videojuegos, como si fuera con ver la televisión, usar el ordenador o salir a jugar. Distribuyamos bien el tiempo dedicado al juego, hagamos saber a nuestros hijos que lo primero son los deberes y que, si se hacen antes, se podrá disfrutar más del tiempo dedicado al ocio.

Por supuesto no es nuestra intención dar reglas sino hacer recomendaciones y dar a los padres alguna información que nos parece importante.


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