Asterix

“Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor...”

Con estas palabras sobre un mapa de la Galia en tiempos de los romanos comienzan las aventuras de Astérix, un pequeño pero astuto galo, y su mejor amigo, el grandote pero inocentón Obélix. Seguro que habéis leído más de una de sus historias pero, ¿sabéis que son unos de los grandes personajes del cómic mundial? A día de hoy sus historias se traducen a 107 idiomas, incluso el latín y es muy difícil encontrar a alguien que no sepa quiénes son.

Estábamos tentados decir que sus creadores no imaginaban cuál sería el éxito de sus personajes cuando, en 1959 comenzaron a publicarse sus viñetas. Pero puede que el guionista, René Goscinny (sí, el mismo que el del Pequeño Nicolás), supiese que el galo se haría grande: el autor, quizá en broma, decía que había escogido para el personaje un nombre que empezaba con la “A” para que apareciese de los primeros en las futuras enciclopedias del cómic.

La idea era crear un héroe que transmitiera valores como la resistencia, el coraje, la sencillez y el buen humor. ¿Y qué mejor época para hacerlo que la de la invasión romana de la Galia? Julio César había sometido a las tribus galas y a sus principales líderes guerreros como Vercingetorix, pero ¿qué hubiera pasado si alguna aldea de galos hubiera resistido sencillamente burlándose de los romanos, de manera astuta, casi despreocupada?

La idea era genial y tanto René Goscinny (guionista) como Albert Uderzo (dibujante) se pusieron manos a la obra. Pero había un problema: Goscinny quería un “antihéroe”, una persona menuda y sin gran fuerza física, pero muy inteligente; Uderzo había pensando en Asterix como un enorme y fortachón “supergalo”. Finalmente prevaleció la idea del guionista, pero el dibujante pudo desquitarse creando un compañero grande e inocente para el héroe. Así fue cómo nació Obelix.

En 1959 apareció la primera de sus aventuras, publicada en la revista “Pilote”, donde ya aparecía “El Pequeño Nicolás”. Las viñetas encantaron a los pequeños, que se divertían con las luchas y los taimados pero descabellados planes de Asterix; y los mayores, que encontraban curiosos juegos de palabras, guiños a la actualidad y chistes sobre los tópicos europeos.

Este es uno de los puntos que más problemas han traído a Astérix. Si habéis leído sus aventuras habréis visto que, cuando se encuentran con otros pueblos, estos tienen características nacionales muy marcadas: los celtíberos (españoles) son fiesteros, los bretones (ingleses) son estirados; y los godos (alemanes) son marciales. En algunos han querido ver cierto componente racista cuando sólo se trataban de chistes sin malicia.

Por otro lado también hay quien se ha metido con la exactitud histórica de los cómics. Hace poco aparecía un estudio que revelaba que los verdaderos galos tenían una cultura más “refinada” de lo que pensaba: vivían en ciudades con altos edificios, templos, palacios y puertos avanzados… ¡nada de chozas con tejado de paja en pequeñas aldeas rodeadas por una empalizada! Se llegó a hablar, incluso, de reescribir todos los álbumes para hacerlos más “exactos”; pero Uderzo, que tras la muerte de Goscinny en 1977 se encargaba también del guión, dijo que no tenía intención de cambiar nada.

¡Y menos mal que no se ha tocado nada! Para nosotros y muchos otros Astérix es un verdadero galo, aunque no sea históricamente exacto: valiente, leal amigo de sus amigos e incapaz de soportar las injusticias. ¡Eso es lo que hace a un héroe!

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