desorden

Una de las desesperaciones recurrentes de los padres es hacer que su hijo o hija sea ordenado. Encontrar sus juguetes tirados por el suelo, las hojas con sus dibujos encima de la mesa de la cena o su cama sin hacer cada mañana es bastante fastidioso. Pero lo último que debemos hacer es desmoralizarnos o enfadarnos.

Muchos especialistas dicen que a la hora de inculcar el orden debemos, en primer lugar, mirarnos a nosotros mismos. Puede parecer algo evidente, pero no debemos exigir a nuestro hijo más que a nosotros mismos: si alguno de los padres es desordenado por naturaleza poco se puede hacer. No debemos olvidar que los niños aprenden de lo que ven todos los días.

También se recomienda no imponer el orden sino explicarlo: hacer entender que es algo necesario para encontrar con facilidad las cosas, para no tropezarse o sencillamente para estar más a gusto echado en el sofá o en la alfombra

Podemos promover el orden a través de las recompensas: contarle un cuento si recoge los juguetes, prepararle un postre especial… pero no hagamos esta práctica un pilar de nuestra “estrategia” porque podría exigir un premio cada vez que ordenara y nuestra idea es crear un hábito, no fomentar un comportamiento.

Lo importante es animar al niño a ser ordenado y que lo haga por sí mismo como costumbre. A ello contribuye animarle. Si le regañamos o nos enfadamos porque no lo hace bien considerará que está fracasando y dejará de lado todos sus esfuerzos. Es conveniente que también le ayudemos.

Insistimos en ese punto: hay que “ayudarle”, pero nunca hacer el trabajo por él. Aunque nos desesperamos, debe ser nuestro hijo el que dé el valor al orden. Si vamos detrás de él recogiendo dará por hecho que siempre va a haber quien haga ese trabajo. Algunos psicólogos, para atajar este problema, aconsejan dar al niño una tarea fija en la limpieza de casa como quitar el polvo de las estanterías; así se dará cuenta de que colabora en casa, su trabajo es tenido en cuenta y sólo él puede ocuparse de esas tareas.

No negamos que infundir el sentido del orden es difícil, pero digamos que puede ser una actividad enriquecedora para todos: mientras nuestro hijo aprende la virtud del orden nosotros haremos lo propio con la paciencia.

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